Con este Miércoles de Ceniza hemos iniciado la Cuaresma, un periodo litúrgico que la Iglesia ha establecido para prepararnos a la celebración de la Pascua. Durante 40 días, hasta el Jueves Santo, se nos invita a reflexionar sobre nuestra vida y a hacer cambios para estar más cerca de Cristo. El color litúrgico de este tiempo es el morado, que simboliza la penitencia.
Durante la Cuaresma, la Iglesia nos invita a escuchar la Palabra de Dios, orar, compartir con los demás y hacer obras buenas. También nos llama a vivir una serie de actitudes cristianas que nos acercan más a Jesucristo. Es un tiempo de perdón y de reconciliación fraterna, en el que debemos arrojar de nuestros corazones sentimientos negativos como el odio, el rencor, la envidia y los celos.
La duración de la Cuaresma se basa en el número cuarenta que tiene un significado simbólico en la Biblia. Este número se refiere a un periodo de tiempo de prueba y dificultades, y se menciona en diferentes pasajes bíblicos como los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años de la marcha del pueblo por el desierto, los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, entre otros.
La práctica de la Cuaresma se remonta al siglo IV, cuando se empezó a considerar como un tiempo de penitencia y renovación para toda la Iglesia, mediante la práctica del ayuno y la abstinencia. Aunque esta práctica se ha ido aligerando con el tiempo, todavía se observa un espíritu penitencial y de conversión en la actualidad.
Tres actitudes son las que nos presenta este Tiempo para nuestro enriquecimiento espiritual y cambio de vida:
La Oración, que debe ser más fuerte y más centrada, no solo en una oración cargada de peticiones sino en un momento de agradecimiento a Dios Padre por todas sus bondades y bendiciones para con nosotros.
La Limosna, que hace referencia también a la caridad, pero el don de darse y entregarse a los demás, es decir ayudar, ser solidarios pero desde mi entrega y servicio constante.
El Ayuno, que es hacer un sacrificio y ofrecerlo por mi conversión y por más peticiones que se pueda tener. El ayunar implica la privación de la comida pero también la privación de ciertas cosas que nos gustan y que incluso pueden ser ocasión de pecado o nos hacen daño. El privarnos de una actividad, vicio, incluso costumbres malas a las que hemos hecho parte de nuestro diario vivir. Todo esto con la finalidad de mejorar como personas, como cristianos.
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